Cronicas runeras bis

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Pero antes de todo esto, me llevé uno-para-dos esa tarde. Nunca se sabe cuándo van a llegar los demás. Mientras tanto, se degustan esos juegos, que por ser para sólo dos, quedan siempre olvidados, condenados a acumular polvo en la estantería.

Esta vez le tocó el turno al Twixt, de Avalon Hill. Abstracto, sobrio. Diría que hasta feo a primera vista. Se trata de un juego de conexión, como el Hex, el Unlur, el Trax, el Y, el Octiles, el Krotalo, etc. Carlos aceptó el desafío. A este amigo, como a mi, nos lleva cualquier autobús.


El jueguito se aprende en un minuto.

El tablero, salpicado de agujeros, virueloso, está vacío al principio, como le ocurre a todo juego de conexión que se precie (¡faltaría más!). Por turnos los jugadores insertan unos palitos que en realidad hacen las funciones de pequeñas columnas sobre las cuales descansaran unas horquillas horizontalmente. El aspecto de la partida tras unos pocos turnos es el de dos afanándose por construir acueductos. Estos acueductos no se pueden cruzar y ahí radica la diversión. Empujones, acorralamientos, bloqueos descarados en la primera partida. No hizo falta consumar el enlace: enseguida ves cuando no hay nada más que rascar. Empezamos otra sin tardar. Uno de los bandos reclamaba justa venganza. La segunda partida remontó nivel rápidamente. Habíamos aprendido de nuestros errores. El perdedor apagó su sed. Hoy por ti, mañana por mi.

Y todavía maravillados de lo deprisa que aprendíamos nuevas tácticas, llegó Antonio. No le dejamos escapar. A decir verdad, se defendió bien para ser un novato en acueductos. Dejó buen sabor el invento.

Texto: Juan


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